Todo aquello que vivimos en la infancia es tan importante que marca cómo se desarrolla nuestra personalidad adulta, o más bien, cómo vamos a funcionar por el mundo. Y fue en esa infancia cuando se nos produjeron unos daños que dejaron en nosotros heridas que sin duda todos tenemos en mayor o menor medida y que, aunque nos cueste verlo e incluso entenderlo, tienen una relación muy estrecha con nuestras dificultades actuales.
Las experiencias que fuimos teniendo a lo largo de nuestra niñez estaban cargadas de significados emocionales que nuestras figuras de apego principales depositaban en nosotros. Desde la inmadurez presente en la infancia interpretábamos todas esas vivencias de forma más o menos acertada y sacábamos conclusiones que se convertían en creencias firmes acerca de nosotros mismos, de cómo se relaciona la gente, cómo se resuelven problemas, como relacionarnos con nuestras emociones, que podemos esperar de los demás, etc…
Es ahí donde nuestras heridas se van produciendo, sin embargo, es tiempo después siendo adultos cuando podemos llegar a ser conscientes de ellas, cuando realmente nos vemos teniendo relaciones poco sanas, siendo incapaces de poner límites o de tomar decisiones, acompañándonos sentimientos de insatisfacción e insignificancia, teniendo dificultades para reconocer y expresar emociones propias y de los demás, etc.…
Por lo tanto, nuestras heridas pueden deberse no sólo a aquello que vivimos sino a la interpretación que hacíamos de aquello que nos sucedía. Por ello se convierte en algo tan liberador conocerlas y comprenderlas, nos pone en el camino para poder transformarlas.
¿Cuáles son las 5 heridas?
La herida del RECHAZO
No nos aceptaron tal y como éramos, y ese rechazo que recibimos lo acabamos haciendo como propio, es decir, acabo despreciándome a mí mismo, no sintiéndome suficiente. No parecía que siendo niño estuviese a la altura, y desarrollamos un rechazo totalmente interno. No soy digna ni merecedora del amor y de lo bueno.
En nuestra vida adulta no seremos objetivos mientras miremos desde el filtro de nuestra herida, sentiremos el rechazo aun cuando no lo suframos. ¿Dónde me lleva esto? A evitar, a huir, a no exponerme al posible rechazo, si voy a sentir que no pertenezco mejor no estar. Inseguridad, infravaloración, búsqueda de la perfección, búsqueda de la soledad, …
La herida del ABANDONO
Sufrimos la ausencia emocional siendo niños, no había presencia, escucha, cuidado, afecto, … La soledad se ha convertido en mi mayor enemigo, no quiero perder a los demás y que me vuelvan a abandonar.
Desarrollaré relaciones de dependencia con los demás. Toleraré comportamientos dañinos con tal de que no me dejen, de igual forma que en otras ocasiones me iré yo antes para evitar exponerme a ese abandono, será mi forma de protegerme.
Es importante para mí la constante aprobación de los demás, gustarles, asegurar mi sitio, será la forma de no verme en una situación que temo: la soledad. Complaciente, evitando el conflicto, actitud victimista, labilidad afectiva, …
La herida de la HUMILLACIÓN
Se burlaron de mí, criticaron, ridiculizaron, …. No me siento valido, me avergüenzo ante los demás, me considero más insignificante, menos importante que los demás, hipersensible. Me han herido el amor propio.
Anularé mis necesidades para poner por encima la de los demás, me costará expresarme, aceptarme y cuidarme. Tendencia masoquista, haciéndome cargo del sufrimiento de los demás y “buscando” moverme en el dolor, no me permito demasiado disfrutar, me ridiculizo ante los demás como una vía de conectar con ellos,
La herida de la TRAICIÓN
No cumplían lo que me prometían, me siento decepcionado y activo mi desconfianza. Sentimientos de rencor o envidia.
Como no toleran la traición desarrollan personalidades fuertes y con mucha necesidad de control, hipervigilantes para que no les vuelvan a fallar. Posesivas al llevar al extremo el concepto de lealtad, El control me sirve para asegurarme de que los demás cumplan sus compromisos.
Impaciente, conductas de manipulación, idea de tener siempre la razón, dar sensación de capacidad, exigente esperando mucho de los demás, no mostrarse vulnerable, propio todo ello del miedo y la desconfianza,
La herida de la INJUSTICIA
Eran fríos y duros conmigo, crianza, falta de respeto y con tinte autoritario. Exigencia e incomprensión constante. Opiniones y emociones no validadas.
Percibo que se me parecía más por lo que hago que por lo que soy, gran miedo al fracaso y a equivocarme. Alto nivel de exigencia, actitud rígida por lo que me cuesta negociar o mantener diálogos de negociación y escucha, Quiero ganar poder e importancia y expreso desde la seguridad mis opiniones. Resto importancia a lo que me afecta, tengo que encajar en el ideal.
¿Necesitas conocer más acerca de tus heridas y como poder sanarlas? ¡Te animo a conocer mi programa de acompañamiento!